domingo, 6 de mayo de 2018


Leticia salió a pasear, como cada tarde, por los alrededores de su pueblo. No regresó. Un hijo de puta intentó violarla, ella se resistió y acabó asesinada a golpe de piedras. Si no se hubiera resistido, es probable que siguiese viva pero tengo la certeza de que ese miserable no hubiera sido condenado como agresor sexual, no hubiera sido condenado por violación. La certeza me la da la ley, nuestra ley, nuestro código penal, que hace la distinción entre abuso y agresión sexual. Una ley hecha por personas, hombres y mujeres, con estudios y cultura pero que, en algún momento perdieron el sentido común, el contacto con la realidad, el fin de su cometido, que es proteger a la víctima, proteger a la sociedad. Con esa ley, la audiencia de Barcelona ha condenado a un hombre por abuso sexual porque durante la penetración no consentida (ahora que está condenado no puedo decir violación) la víctima, menor de edad, no opuso resistencia al estar en estado de shock.
Ahora, un montón de hombres y mujeres con estudios van a discutir sobre lo obvio. Así como nadie se imagina una comisión de científicos discutiendo si las naranjas salen de los naranjeros, un grupo de juristas van a debatir sobre si una penetración no consentida es o no es una violación.




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