domingo, 25 de marzo de 2018


Nunca me gustó Harry Potter y no me gustará jamás. No me lo creo, me resulta una versión infantiloide del Mundodisco de Prachet con elementos mal copiados de Tolkien y C.S. Lewis. De hecho, cuando me tropiezo con alguna de las películas en televisión siento vergüenza ajena ante el ridículo que cometen con alevosía todos sus personajes.
Sin embargo, es importantísimo que exista Harry Potter.
Cuando estoy haciendo los turnos de patio en los recreos siempre me encuentro con algún niño o niña que aprovecha esos pocos minutos para leer. Cuando les pregunto qué leen, casi siempre me contestan que Harry Potter y me enseñan con orgullo la portada del libro.
Tendríais que ver la cara de felicidad con la que me lo dicen, tendríais que ver su concentración en la lectura, sus ojos grandes y brillantes devorando palabras con avidez.
Mi agradecimiento eterno a J.K. Rowling por escribir esta obra, causante de adictos a la lectura. Gracias a ella (y por supuesto a otros autoras, como María Frisa, Elvira Lindo o Laura Gallego), los demás escritores podemos seguir escribiendo.

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