domingo, 29 de octubre de 2017



Si el hombre liga mucho es un campeón.
Si la mujer liga mucho es una puta.
Si el hombre propone la primera cita es un campeón.
Si lo hace la mujer es una puta.
Si el hombre viste con ropa corta es un campeón, da igual su aspecto físico.
Si lo hace la mujer es una puta, da igual su aspecto físico. Si no se la considera atractiva se le añadirá algún descalificativo más.
Si el hombre asciende en su trabajo es un campeón.
Si lo hace la mujer es una puta.
Si el hombre se casa por dinero es un campeón muy envidiado.
Si lo hace la mujer es una puta muy despreciada.
Si el hombre tiene una pareja más joven que él es un campeón muy envidiado.
Si la tiene la mujer es una puta vieja.
Si el hombre baila sensualmente en una discoteca es el puto amo.
Si lo hace la mujer es una puta y punto.
Si un hombre espera solo en una esquina por la noche, no es necesariamente un campeón, pero nadie le juzga (y eso que lo más probable es que se trate de un traficante de drogas).
Si lo hace una mujer es una puta.
Si el hombre le es infiel a su pareja, se ha echado una canita al aire como todo buen campeón.
Si lo hace la mujer es una puta.
Si el hombre deja a su mujer, pues nada, a rehacer su vida como un campeón.
Si la mujer deja a su hombre es una puta, generalmente acompañada por “de mierda”
Si el hombre ejerce la prostitución es un gigoló.
Si lo hace la mujer es una puta.
Si el hombre está solo en un bar, es un campeón solo.
Si la mujer está sola en un bar, puede que no sea una puta, pero seguro que está buscando rollo, la muy puta.

Esto es España, esto es el mundo occidental, que presume de democrático e igualitario.
Año 2017.
Mientras este código social, propio, en general, de personas amargadas o profundamente acomplejadas por su condición masculina, no desaparezca de nuestro cerebro moldeado durante siglos para despreciar a la mujer, no habrá ni democracia ni igualdad, solo hipocresía.
Un machista no nace; un machista se hace.  Un machista lo hacemos.
Luego siempre aparece alguien que se lamenta de lo mucho que le exige la sociedad por ser hombre. Sé un ratito mujer, campeón, lo mismo te das cuenta de la diferencia y en vez de quejarte ayudas a construir una sociedad mejor.
Ah, se me olvidaba: no faltará quien piense, generalmente un hombre, que hay mujeres que también piensan así de las mujeres. Yo le diré que claro que las hay, que es un problema educacional que nos atañe a todos, y él sonreirá aliviado pensando que el hombre no es el único responsable de esta lacra. Campeón, que eres un campeón

jueves, 26 de octubre de 2017




Al Fascista español.

Estimado ignorante:
No sé por qué extraño mecanismo tu cerebro entumecido ha interpretado que eres necesario en estos momentos. No te equivoques: nunca has sido necesario, y mucho menos ahora.
Nadie te ha llamado, nadie te ha convocado.
No nos haces un favor.
A la humanidad, así, en general, tampoco le haces un favor.
No eres la solución de nada; más bien, eres el problema donde quiera que vayas.
Cada vez que levantas el brazo derecho y abres esa boca, aparte de olerte el sobaco y el aliento, mancillas el nombre de España y la libertad de expresión.
Cada vez que cantas tu himno revelas un profundo desconocimiento de lo que representa, porque, básicamente, no lo viviste; dudo, incluso, que sepas lo que significa y para qué espantosa gloria se compuso.
Tu odio, totalmente injustificado, déjatelo dentro, o haz yoga o pilates, porque nosotros no lo queremos. No nos sirve para nada y solo te define como el amargado que eres.
Da igual lo que grites, da igual lo que escrachees, da igual lo que rompas, da igual a quien golpees, no eres nada porque cada vez que gritas, escracheas, rompes o golpeas nos das la razón. ¿No lo entiendes?
Y somos más, muchos más.
Tú solo haces ruido para ofender a España. Para ofendernos a todos.
Haznos un favor y quédate en tu cueva.
Para siempre.

jueves, 19 de octubre de 2017



Os pongo en situación: discoteca, sábado noche, recién cumplidos los dieciocho, ávido por adentrarme en las profundidades de la noche y, de pronto, recibir un tortazo (metafórico) que me quita esa sonrisita con la que me había duchado, vestido y perfumado (antes de ser alérgico a los perfumes, que lo soy, pero esa es otra historia). Miro estupefacto al portero de la discoteca que con su voz cascada y su pequeño cuello hundido entre sus hombros me dice que los chicos pagan. Me hago a un lado (me hace a un lado) para que entren las chicas que están esperando y a las que no les hace pagar. La injusticia se refleja en mi rostro, pero no hace mella alguna en las gafas de sol del portero; es que son gafas de marca. Veo la alegría en las chicas que entran gratis, contentas de que, al fin, esta sociedad machista tenga un detalle con ellas. Qué injusto pienso, porque, además, la entrada cuesta una pasta.
¿Os suena, verdad? Tanto si sois mujeres u hombres, lo habéis vivido.
Sigue sucediendo.
Pero no es caballerosidad. No es galantería. Ni el portero ni los dueños del local quieren tener un detalle con las mujeres en esta sociedad machista.
Con los años me fui dando cuenta. No es fácil, ¿no creáis? Es algo tan normalizado, tan terriblemente corriente que no lo vemos, e incluso hay gente, hombres y mujeres que, aun sabiéndolo, no le dan mayor importancia. Ese es el problema, a todos los pequeños gestos, actitudes y acciones que conforman el machismo no les damos mayor importancia; sobre todo si sale de nosotros mismos, porque, no nos engañemos, por mucho que digamos que no somos machistas, hemos sido educados en una sociedad machista y prácticamente todo lo que nos rodea es machismo, camuflado o no.
Por eso, siempre que hablamos del machismo en clase les digo a mis alumnas: no os dejéis engañar cuando os dejan entrar gratis; si no pagáis por el producto, es que sois el producto.

domingo, 15 de octubre de 2017



Maternidad
Si  lo hubiera sabido, te habría llamado todos los días desde que me fui de casa, pero estaba demasiado abstraído sintiéndome independiente.
Si lo hubiera sabido habría hecho el esfuerzo por retener en mi memoria la primera vez que te dije mamá, pero estaba  atrapado en tu sonrisa.
Si lo hubiera sabido, te habría acompañado todas las veces al supermercado, pero estaba demasiado ocupado con mis amigos.
Si lo hubiera sabido, me habría hecho más fotografías contigo, pero estaba convencido de que eras eterna y que podría hacerla en cualquier otro momento.
Si lo hubiera sabido, te habría agradecido cada segundo de mi vida, pero siempre pensé que eso ya lo sabías, que era una obviedad.
Si lo hubiera sabido, habría grabado tu última llamada telefónica, pero jamás pensé que aquella iba a ser la última.
Si lo hubiera sabido, te habría acompañado en tu sufrimiento silencioso y abnegado, pero nunca fui capaz de hacer míos tus miedos.
Si lo hubiera sabido.
17 años ya y no hay ni un solo día que no piense en ti.