jueves, 28 de septiembre de 2017



Me cansa.
Me cansa lo de Cataluña.
Puede que resulte frívolo lo que digo. Me disculpo.
Puede que resulte irrespetuoso. Me disculpo.
Pero es muy cansino.
Me cansan las actitudes de unos y las respuestas de otros.
Me cansa la intransigencia con piel de democracia.
Me cansa que trols y orcos aprovechen para subir a la superficie desde sus cavernas.
Me cansa ver banderas franquistas defendiendo la unidad del país. Me saca de quicio.
Me cansa tanto nacionalismo y tanto patriotismo.
Me cansa que Oscar Wilde lleve razón (aunque le adoro)
Me cansa la agresividad.
Me cansan los gritos.
Me cansan los telediarios.
Me cansa la izquierda, me cansa la derecha y me cansa el centro.
Me cansa ser un huérfano político.
Me cansa que nadie vea el despropósito de un grupo antisistema aliado con la alta burguesía catalana para conseguir la independencia. Esto me cansa especialmente.
Me cansa el peinado de los Beatles.
Me cansa que no se haya querido llegar a un referéndum pactado y con garantías democráticas.
Me cansa que el día uno de octubre solo voten los que quieren la independencia y lo llamen democracia.
Me cansa que se censure.
Me cansa la represión policial.
Me cansa que se señale a los catalanes que no están de acuerdo con este referéndum. En realidad, más que cansarme, me revienta.
Me cansa que se escriba traidor en los libros de Marsé. (Me recuerda tanto a Berlín años treinta…)
Me cansa que no se aprenda de la historia.
Me cansa la juventud manipulada, que no lee, que no asimila, y que se deja guiar por amargados que cobran un sueldo público.
Me cansa la hipocresía.
Me cansan los corderos y los borregos rumiantes de mentiras o medias verdades.
Me cansa Assange. Mucho.
Me cansa la ignorancia y su hermana la brutalidad.
Me cansa que se llame democracia a un sistema donde solo cabe un pensamiento.
Me cansa lo que vendrá después del día uno. No ha pasado y ya me cansa.
Sin embargo, hay algo que no me cansa en todo esto: los dibujos de El Roto.

domingo, 24 de septiembre de 2017



En un pueblo italiano, no sé si al pie de las montañas, han inaugurado recientemente un parking  para mujeres embarazadas. Llegas al centro de la localidad, donde es más complicado aparcar, y ves que han señalizado aparcamientos para embarazadas. Una iniciativa encomiable, ¿verdad?
Pero…
La nueva iniciativa deja bien claro que solo pueden aparcar mujeres heterosexuales con pareja y si pertenecen a la Unión Europea.
De encomiable a repugnante en un par de renglones.
El alcalde pertenece a la Liga Norte, el partido político, legal, nacionalista de extrema derecha cuyo más preciado objetivo es crear su propio país en el norte de Italia, por supuesto sin inmigrantes y sin homosexuales.
Insisto, es un partido legal con cientos de miles de seguidores.
Son Legión.
En un país democrático.
Siempre lo he dicho: demócrata sí, gilipollas no.
No se puede ser tolerante con la intolerancia porque la democracia acabará cayendo.
Caeremos todos.
Italia siglo XXI

domingo, 17 de septiembre de 2017



Un día, un joven aspirante a actor tuvo que afrontar una difícil situación, de esas que marcan un antes y un después en tu vida. Había conseguido, por fin, un agente que le representara y este, lo primero que le dijo fue: si quieres que te represente, cámbiate el nombre. Ningún actor inglés que se precie puede llamarse Maurice.
En efecto, se llamaba Maurice. Le gustaba su nombre, para algo era el que le habían puesto sus padres, y él adoraba a los suyos, sobre todo a su madre. Pero un nombre francés para un actor inglés, ¿dónde vamos a parar? (se me ocurre el gran Claude Rains, pero no sé si Maurice tuvo los reflejos de acordarse de él ante su agente)
En realidad, su nombre completo era Maurice Joseph.
Con el segundo nombre tenía más juego. Podía haberlo usado como nombre artístico, pero acabó optando por el de Michael.
El apellido no admitía discusión: Micklewhite. Largo, poco pegadizo, difícil de recordar…No había otro remedio que cambiarlo.
Michael, antes Maurice, aunque, en el fondo, siempre Maurice, se pasó la tarde paseando por su humilde barrio de Londres. Cansado, sin decidirse por ninguno de los apellidos cien por cien british que le habían pasado por la cabeza, se sentó en uno de los bancos de una plaza. Quedó mirando al suelo, temeroso de no poder convertirse en actor por culpa de un maldito apellido que no se materializaba en su cabeza. Entonces, sucedió. Levantó la vista y sus ojos se agrandaron al mismo tiempo que todo su rostro se turbó por la emoción recibida. Frente a él había un cine de barrio. Proyectaban una película de Humprhey Bogart, el Motín del Caine.
Yo me imagino ese momento en aquella plaza y pienso en las personas que deambulaban por ahí sin darse cuenta de que había nacido un dios delante de sus narices. Estaban ahí y no lo vieron.
Michael, antes y siempre Maurice, corrió a una cabina telefónica y llamó a su agente.
Caine, le dijo, mi apellido será Caine.
El resto es Historia.

jueves, 14 de septiembre de 2017



Vamos con una de idiotas, pero de las buenas, de las grandes.
En octubre entra en vigor una normativa europea, y por tanto de obligado cumplimiento (mira tú por dónde) por la cual pilotos y controladores españoles no podrán comunicarse entre ellos en español en aeropuertos de España. La normativa permite el uso de la excepción, por la que piloto y controlador pueden optar por hablar español  si así lo consideran, pero el gobierno ha de solicitarlo y, por lo visto, nuestro queridísimo gobierno no tiene pensado hacerlo, cosa que si han hecho Francia y Portugal, pues para ellos también empieza la norma (en sus respectivos idiomas, se entiende).  La verdad es que pocas cosas hay más absurdas que un piloto español que no pueda hablar en español con un controlador español en España y lo tengan que hacer en inglés, que encima que hacen el Brexit pues hay que hablarlo en todo el mundo.
Lo más cachondo es que un piloto español podrá hablar en español en aeropuertos de América Latina pero no en los de su propio país.
Pero ya lo requetecachondo es el día en que la normativa entre en vigor en España: el 12 de octubre, día de la Hispanidad.
Toma ya.

domingo, 10 de septiembre de 2017



Juan Mata, el futbolista español del Manchester United anunció hace un mes que donaría el uno por ciento de sus ganancias a la ONG Common Goal para la ayuda al desarrollo en los países más desfavorecidos. Además, pidió al mundo del futbol, a los jugadores más concretamente,  que hicieran lo mismo. Es la suya una iniciativa que le honra. Está claro que no todos los futbolistas ganan lo mismo (él lo gana bastante bien) y que ese uno por ciento sería muy variable.
Me imagino cómo debe sentirse Juan Mata un mes después de su llamamiento a la solidaridad puesto que solo un futbolista, solo uno. Repito, solo uno, el alemán Hummels del Bayern de Munich, se ha sumado a la iniciativa. Solo uno.
Obviamente, no hay un plazo cerrado y pueden seguir sumándose, pero es que ya ha pasado un mes. Pobre Mata.
Me resulta desconcertante puesto que la mayor parte de los futbolistas vienen de familias e infancias realmente complicadas y, en muchas ocasiones, en el mismo ámbito de la pobreza. ¿Se han olvidado de sus orígenes? ¿Nos pasa a todos?
¿Os imagináis el ejemplo que darían a la juventud, pero sobre todo a los niños, si todos los futbolistas, mediáticos y no tan mediáticos, se unieran a la causa de Juan Mata? Estoy seguro de que incluso empezaría una reacción en cadena con otros deportes y profesiones.
Pero mucho me temo que no será así, justo en el verano en el que seis equipos europeos se han gastado mil millones en fichajes.