domingo, 23 de julio de 2017



Pues nada, que iba yo camino de la farmacia pensando en mis cosas cuando vi a unos metros una caja de zapatos. Supuse que estaría vacía y me enfadé al pensar en la poca  conciencia de quien la había tirado en la calle en vez del contenedor. Como soy un poco maniático con el orden, miré a los lados para comprobar que no venía nadie y cogí la caja. Justo cuando iba a meterla en la ranura del contenedor de cartón, se me resbaló y cayó al suelo abriéndose. En ese momento una humareda salió de la caja condensándose a medida que ascendía. Tomó forma de hombre, tosió un poco y me miró por encima del hombro.
-Ya que me has liberado de mi prisión después de tantos años, ¿tenías que haberlo hecho al lado de la basura? Qué pestilencia- se quejó.
Yo le miraba incrédulo.
-¿Eres un genio?
-Por supuesto- contestó con orgullo- ¿qué creías?
-¿Y concedes deseos por liberarte?
Yo ya pensaba en el sorteo de la primitiva de aquella misma tarde.
-Es la tradición, o mi condena, según se mire. Pero solo te concedo un deseo.
-¿No eran tres?- pregunté con el rostro extrañado.
-Esos son los de las lámparas. Yo soy de una caja de zapatos.
-Ah- dije no muy convencido.
-Bueno, pide un deseo de una vez, que tengo unas ganas tremendas de tomarme un té.
Solo un deseo. ¿Qué hubierais pedido vosotros? Me disponía a pedirle acertar en la primitiva cuando sentí una presión en el pecho, como cuando me enfado viendo el telediario. De inmediato supe que era rabia. Ojalá hubiera tenido en ese momento a mi lado a Obi-Wan, que de seguro me hubiera dicho que no me fuera al lado oscuro, pero nunca está cuando más se le necesita, de modo que la rabia me creció en el interior como un volcán hasta generar un profundo deseo de venganza. Sonreí convencido del placer que me iba a generar el deseo.
-¿Y bien?- me apremió el genio.
-Este es mi deseo: que todos los miembros del partido popular se vean obligados a partir de hoy a vivir con un sueldo de 600 euros al mes.
El genio me miró serio unos segundos.
-¿Estás seguro de que ese es tu deseo? Pudiendo pedir lo que quieras, ¿eliges eso?
-Sí- confirmé convencido.
-¿No es un poco demagógico?
-No, no es demagógico- le respondí enfadado-. Es cruel. Y no sabía que los genios también juzgaran la moral de sus libertadores.
-No, no es eso, pero ahora que lo dices me parece un sueldo realmente bajo, ¿cómo van a llegar a final de mes?
Puse los brazos en jarra y le miré amenazante.
-¿Me vas a conceder mi deseo o qué?
El genio puso sus manos en posición defensiva.
-Vale, vale.
Movió su mano como un remolino y me desperté.
Cachis.


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