jueves, 12 de enero de 2017

EL SEÑOR PERSONALIDAD (relato)



Andrés era pura autoestima. Acababa de comprar lo que él consideraba “el traje”, y además, a muy buen precio. Tanto le había gustado que se lo había llevado puesto. Caminaba por los grandes almacenes mirando su reflejo en todos los escaparates por los que pasaba. Decidió entonces mostrarse con más calma sentándose en una terraza donde pidió un amaretto. Sorbía con clase de su copa al tiempo que miraba si captaba la atención de los demás. Enseñaba su mejor sonrisa a las mujeres que, casualmente, cruzaran la vista con él.
Reconoció entonces a dos hombres elegantemente vestidos que acababan de llegar a la cafetería. Eran los que siempre se habían reído de él en el instituto. Seguro de sí mismo, se levantó y forzó un encuentro casual.
                -Eh, pero si es Andrés- dijo uno contento con la novedad.
                -Vaya, Andresito, sí que has cambiado. Se te ve muy bien.
                El diminutivo derribó la primera defensa de Andrés. No lo esperaba. Fue como regresar al instituto. Aún así, su sonrisa no se debilitó.
                -Ya ves- dijo él con vanidad- Me va muy bien. Precisamente, acabo de comprarme este estupendo traje- y señaló su traje como si estuviera en una pasarela de moda.
                -Oye, muy bonito, muy elegante- dijo uno.
                -¿Ese no es el que estaba de rebajas por veinte euros?- preguntó el otro.
                Los dos se echaron a reír. Andrés quedó prácticamente derrotado con aquel comentario. Por mucho que negaba aquel dato, las risas de los dos hombres no cesaban.
                -Oye, ¿y no te queda un poco corto?- dijo uno señalando los pantalones. De nuevo se echaron a reír. Andrés no supuso que el hecho de que se le vieran los tobillos significara que le quedase corto.
                -Y mira, todavía se pone calcetines distintos.
                Las risas eran ya una explosión de carcajadas que atraían la atención de todos los clientes.
                -Bueno, chicos- se excusó Andrés- tengo que irme. Ya nos vemos- dijo señalándolos con los dos índices.
                -Sí, sí, seguro- y volvieron a romper a reír.
                Andrés se marchó cabizbajo pero todavía le quedaba una por escuchar.
                -Oye, que en la chaqueta llevas un descocido.
               
Dedicado con todo mi cariño a George Constanza

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