domingo, 18 de diciembre de 2016



La estafa (relato)

Víctor clamaba al cielo, o a quien quisiera escucharle. Estaba harto de no poder realizar su sueño. Deseaba ardientemente poder controlar a la humanidad, ser el dueño de todos los destinos, dirigirlos a su voluntad. ¿Por qué había un Dios con tal poder y él, hecho a su imagen y semejanza, había sido privado, apartado, de ello? La noche tormentosa no podía ahogar sus gritos que, finalmente, fueron escuchados.
                -De modo que quieres controlar a la humanidad, ¿no es así?
Víctor quedó inmóvil ante la enorme figura rojiza que se le había aparecido.
                -Sí.
                -¿Y estarías dispuesto a todo por conseguirlo?
                Víctor sabía bien lo que aquella pregunta significaba.
                -Sí- contestó con determinación.
                -Entonces, firma; entrégame tu alma.
Víctor miró aquella pluma manchada de sangre. Estaba solo a un paso de conseguir lo que anhelaba.
                -Aquí la tienes- dijo al fin firmando.
                El diablo sonrió con su habitual malicia y enrolló el pergamino.
                -Nos veremos el día de tu muerte- sentenció a modo de despedida.
Víctor no tardó en comprobar la legalidad de aquel contrato. Desde el primer minuto puso todo su empeño en arreglar el mundo. Desaparecieron todas las formas posibles de violencia y maldad; la pobreza se erradicó, lo mismo que el hambre, pues todos los habitantes del planeta, llevados por un impulso incomprensible para ellos, no hacían más que ayudar y compartir. Con el tiempo, ni las leyes ni las fuerzas de seguridad se hicieron necesarias. Todo fue pura paz y armonía.
                Finalmente, Víctor murió. Los años se le habían acumulado y en el contrato no se contemplaba la inmortalidad. Su alma vago indefinidamente hasta que se encontró con el diablo. Estaba sentado frente a un tablero de ajedrez. Cariacontecido, brindó una mirada de desconsuelo al recién llegado.
                -Ya estoy aquí- saludó Víctor.
                -¿A qué vienes?- dijo con tono afligido.
                -Teníamos un trato-contestó extrañado-. ¿Esto es el infierno?- preguntó con cierta decepción.
                -¿Qué infierno ni qué mierda? No hay infierno. Ya nadie se condena y todo por tu culpa. Me aburro. Me siento estafado.
                -Vaya- se limitó a comentar Víctor con cierto pesar.
                -Vete ya, aquí no pintas nada- le ordenó el diablo-Déjame solo.
              Víctor caminó vacilante unos pasos hasta que de detuvo. Dio media vuelta y se acercó para sentarse frente al diablo.
                -¿No te vas?- le preguntó con asombro.
                Víctor sonrió.
                -Al ajedrez se juega mejor en pareja.


               

No hay comentarios:

Publicar un comentario