lunes, 26 de diciembre de 2016

MANTENER LA ILUSIÓN (relato apto para mayores de 10 años)



La noche de Reyes se acercaba y a David y María no les cabía la ilusión por ver las caras de los suyos cuando abrieran los regalos. Se miraban cómplices cuando en la conversación surgía la famosa carta de los Reyes y hablaban en clave delante de los demás para que no les descubrieran. Ese juego, esa complicidad implícita en la llegada de ese día era lo que más les gustaba de las fiestas navideñas. Sin embargo, sabían que el tiempo pasaba y que más tarde o más temprano se enterarían de la verdad y esa mágica ilusión, ese no poder dormir, se perderían para siempre. Precisamente, un par de días antes del seis de enero, David y María discutieron sobre la posibilidad de decírselo. Total, ya eran grandes, no les sentaría mal. Sorprendentemente, tomaron con facilidad la decisión de confesarles la verdad. Se acercaron con sigilo a su dormitorio; la puerta estaba entornada. Se hicieron al mismo tiempo el gesto de no hacer ruido y se asomaron con cuidado de no ser descubiertos. Ahí estaban sus padres, envolviendo sobre la cama los regalos que David y María abrirían la mañana de Reyes. Había tanta alegría en sus rostros mientras los envolvían que los dos hermanos comprendieron de inmediato,  con solo mirarse, que este año tampoco se lo contarían. No iban a quitarles la ilusión a sus progenitores confesándoles que desde hacía ya tiempo sabían que los Reyes Magos eran los padres.

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