jueves, 11 de febrero de 2016

EL REENCUENTRO (relato)

De todos es sabido que en el primer año de medicina los estudiantes se enfrentan con los muertos. Alicia era uno de ellos, de los estudiantes. Ya les habían dicho que los habían mantenido en formol, a los muertos, durante un año, que estaban secos, que no sangrarían, y que pertenecían a personas cuya muerte nunca había sido reclamada por nadie, quién sabe si por desconocimiento o por dejadez, pero aún así, los nervios no se hicieron de rogar ante la presencia de aquella bolsa de plástico cuya forma anunciaba la de un ser humano. También era una tradición, aunque encubierta, que los alumnos destaparan los rostros de los fallecidos aprovechando cualquier despiste del profesor. Una tentación del todo irresistible y que, en el fondo, la universidad, que también había sido joven, pasaba por alto.


Alicia respiraba agitada, no por el interior de aquel cuerpo embalsamado, sino por no ser capaz de levantar la sábana de la cabeza de su muerto. Todos lo habían hecho ya, hasta le habían puesto nombre, costumbre también muy arraigada, pero no ella. Temblaba ante la posibilidad de acercar su mano. Un pálpito constante al desviar la vista hacia la cabeza, un estremecimiento como nunca antes había sufrido le invitaban a no hacerlo con la misma fuerza que le invitaban a hacerlo. Terrible disyuntiva, insufrible tensión. Decidió que de ese modo le era imposible atender correctamente las indicaciones del profesor, de manera que por fin, con un movimiento rápido y certero, desveló el rostro de su fallecido. El estremecimiento volvió a aparecer pero esta vez para encarnársele en la médula hasta hacerle llorar desconsoladamente en silencio.

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