domingo, 31 de enero de 2016

Hay veces que es mejor vivir en la ignorancia. Pongamos que aprecias mucho a un artista y, de pronto, te tropiezas con un capítulo muy oscuro de su pasado. Sospecho que mi aprecio no será el mismo. Por ejemplo, me entero el otro día de que Pablo Neruda tuvo una hija a la que abandonó cuando esta tenía dos años. La niña nació con una hidrocefalia severa y acabó muriendo a los 8 años. Neruda nunca la volvió a ver, se desentendió no solo de ella sino de su ex mujer a la que casi nunca ayudó. Uff, creo que me será inevitable pensar en ello cuando oiga o lea sus poemas de nuevo.

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