sábado, 14 de febrero de 2015

TALLER DE ESCRITURA (reflexión literaria)

TALLER  DE ESCRITURA (reflexión literaria)

Si alguien tuviera la osadía de pedirme que impartiera un taller de escritura tendría que decirle irremediablemente que no; eso sí, con mucha educación. Claro que pudiera ser que ese taller durara la nada despreciable cantidad de tiempo que son cinco minutos. En ese caso, le diría que soy la persona que está buscando. Sin ningún ánimo de rebajarme la modestia a la altura de los tobillos ni de resultar pretencioso, ¿qué puedo enseñar yo a nadie sobre escribir? No sigo ninguna norma ni canon establecido por los consagrados (que yo sepa), tampoco sigo  ninguna escuela, no tomo notas (jamás), ni trabajo con esquemas. No uso una pizarra donde colocar a los personajes y sus evoluciones. Escribo por intuición y sirviéndome de mi memoria residual. De modo que mi taller quedaría a expensas de cuatro pequeños consejos que sí que es verdad que llevo a rajatabla: no empezar una novela si no conozco previamente su final; escribir todos los días, una hora, o el equivalente a una hoja de Word; leer literatura del siglo XIX y ver muchas películas, a ser posible en el cine. Los digo seguidos y no me llega ni a cinco minutos. Los alumnos del taller se me quedarían mirando pasmados, preguntándose si les han estafado.

Bueno, profundicemos un poco en estos consejos, a ver si puedo estirar unos minutillos más.
Lo de no empezar una novela si no conozco su final no es algo que me lo proponga; es que, simplemente, no puedo avanzar si no sé a dónde voy, cuál es el destino de los personajes, etc. Hay quien pueda decirme que, de este modo, coarto la libertad de la historia que estoy contando, que no me dejo llevar, y lo más probable es que tengan razón. Yo a mi creación le doy toda la libertad que deseo, siempre y cuando me conduzca al final que le tengo previsto.

Escribir todos los días es una cuestión de disciplina. Si mi ocupación principal no fuera la enseñanza (ni ninguna otra) seguramente esto de escribir me lo tomaría con más calma. El tener el tiempo tan absorbido por mi profesión hace que me discipline con la escritura dedicándole siempre un ratito (una hora) al día. ¿Y si no tengo inspiración ese día? No importa, escribo, aunque lo que escriba no sirva para nada. ¿Y si me sobra la inspiración ese día y me apetece continuar escribiendo? No lo hago pues me quitaría tiempo del resto de mis ocupaciones; además, así me queda inspiración para el día siguiente.

Leer literatura del siglo XIX. Esto es muy, pero que muy subjetivo. A mí me funciona ( y se lo debo a la insistencia de mi hermano). Cuanto más bebo de la inagotable fuente de esa centuria, más seguro y completo me siento como escritor.

Ver muchas películas. Esto es fundamental; de todas las épocas, países y géneros posibles, incluidas las películas de animación. ¿Para qué? ¿Con qué parte del proceso creativo de un escritor puede estar relacionado amar el cine? Con el ritmo. Lo dominarás, lo harás tuyo; sabrás lo que tiene que ocurrir cuando tenga ocurrir; sabrás cuándo deben aparecer los giros de la trama y cuánto ha de durar cada parte de la novela. Nadie dirá de mis novelas que le han aburrido, que no tienen ritmo. Dirán que no conectaron con los personajes, que la temática no les atrajo, que no les agradó el final, pero nunca que no tienen ritmo.

Visto así, habiendo profundizado un poco en estos consejos, puede que sí me dé para un taller de un horita, pero poco más. Luego café y tertulia.



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