sábado, 31 de enero de 2015

Mi pregunta favorita

Mi pregunta favorita

Como escritor uso mucho una pregunta. Para mí es la cuestión clave de la creación y, desde luego, me es muy útil, en especial cuando estoy bloqueado en algún pasaje en concreto de la historia que lleve entre manos. Pienso, además, que esa pregunta,  y no otra, ha sido la que ha permitido a la humanidad llegar a donde está, para bien o para mal (a mí me gusta pensar que para bien). En cuanto me hago esa pregunta, mi imaginación se dispara, no lo puedo evitar, abriéndose paso entre las telarañas de mi cerebro.

Sí, vale, ya digo cuál es la dichosa pregunta.
Es algo tan sencillo como  “¿Y si…?”(Al pronunciarla es necesario prolongar la i, si no, no es lo mismo)No es más que eso, la conjunción más usada del castellano y un monosílabo condicional enmarcados por dos corrientes signos de interrogación. ¿No es genial?  No os dejéis engañar, es una preguntita muy poderosa porque, básicamente, desatasca. Los guionistas de cine la usan con bastante frecuencia, sobre todo cuando escriben en grupo. No es una imposición, sino una puerta que se abre a un sinfín de posibilidades.

Imaginaos a James Watt cuando observaba cómo el vapor de agua del caldero de su madre era capaz de mover la tapa del mismo mientras se calentaba al fuego. Con los ojos fijos en aquel fenómeno seguro que se preguntó “¿Y si aplico esto mismo a gran escala?”, y apareció la máquina de vapor. Como este, cientos, miles de ejemplos.

Recuerdo un día en que el director de mi centro estaba narrando la tragedia de los hombres que fueron arrojados en una sima de Gran Canaria durante la represión acaecida durante y después de la Guerra Civil. Mientras le escuchaba me pregunté ¿Y si…uno de los arrojados sobrevive a la caída? ¿Y si… en la sima hay un túnel que conduce a lo desconocido, pongamos, a otra época? ¿Y si… el túnel está custodiado por un enorme oso? Así nació “La extraordinaria historia de Juan Barreto”, cuyo desarrollo me ha llevado a convertirla en una trilogía, siendo ya mi proyecto más ambicioso como escritor.

Sí, le debo mucho a la pregunta ¿”Y si…?”



viernes, 23 de enero de 2015

RAZONES POR LAS QUE LEER “MIS OJOS LLENOS DE TI” ES SIEMPRE UN BUEN PLAN (O cómo hacer un listado con el futuro simple)

Reirás
Llorarás
Te emocionarás
Te enamorarás
Desconectarás
Soñarás
Pensarás
Te identificarás con los personajes
Te harás más goloso
Escucharás más música
Verás vida en la muerte
Conocerás el polvo de estrellas
Querrás tener un momento Creedence (o repetirlo)
Te preguntarás si hay más óperas que películas
Entrará en tu vida Dean Martin (y le dejarás pasar)
Te vendrán ganas de conocer a Eduardo Mendoza
Discutirás con quien quiera oírte si la mejor literatura es la del siglo XIX
Te mirarás por dentro
Querrás ser su canción desde el principio al fin
Sentirás un impulso incontenible de ver Seinfeld (o  te picará la curiosidad)
Recordarás tu infancia
Cantarás la internacional (o la tararearás)
Le darás al play
Irás más al cine
Descubrirás a Irving
Perdonarás
Hablarás más con tus padres
Hablarás más con tus hijos
Te desfosilizarás
Sonreirás al destino
Mirarás más a los ojos
Lo comentarás
Lo compartirás
Lo regalarás

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Mis ojos llenos de ti

martes, 20 de enero de 2015

GRACIAS, LUDOVICO

Ludovico Einuadi
Durante años, odié tocar el piano, probablemente porque siempre lo vi como una imposición y no como la sana intención por parte de mi madre de ampliar mi cultura y tener más oportunidades de cara al mundo laboral. Aguanté sin protestar hasta que llegué a mi límite, que fue casi en el último curso. Mi madre quedó destrozada pero yo sentí mi alma liberada.

Mi madre supo recomponerse al shock y decidió estudiar música por su cuenta, llegando a tocar el órgano en la iglesia del barrio. Se sentía plenamente realizada; su rostro lo decía todo. Yo, aparte de alegrarme en grado superlativo, ya que aquello me descargaba un poco los remordimientos, empecé a sentir envidia de su propia satisfacción frente a los teclados.

No hice nada hasta que pasaron unos años. De pronto, sentí algo en mi interior; el típico gusanillo que ha llevado a la humanidad hasta donde está; cuando no impulsa el amor, el dichoso gusanillo provoca el descubrimiento de la penicilina y cosas por el estilo. En mi caso, provocó que me levantara, saliera de casa y me dirigiera a la tienda de música más próxima. Allí me compré un clavinova (un piano eléctrico) y empecé a tocar. Por primera vez en mi vida, tocaba el piano porque me apetecía, y fue revelador.

Entonces descubrí a un compositor italiano, de estos minimalistas, Ludovico Einaudi (a raíz de su banda sonora para la película Intocable) y vi el cielo abierto. Sus composiciones son bien sencillas pero, al mismo tiempo, de una profundidad arrebatadora. Me he enamorado de una de sus composiciones, "Nuvole Bianche"; vete a saber por qué la llamó así. El caso es que cuando interpreto esa pieza entiendo los motivos por los que mi madre me obligó a estudiar el piano. Quisiera agradecerle su insistencia, pero no puedo pues falleció hace tiempo. Cada vez que toco esta pieza, imagino que mi madre me escucha, con su santa paciencia, con su sonrisa. Es lo más cerca que puedo estar de su perdón.






jueves, 15 de enero de 2015

EL PROGRESO (Cuento tradicional moderno)

Érase una vez que se era un viejo gruñón cuya única ocupación había sido su tienda de víveres. Lo de gruñir le venía desde que su amada esposa había fallecido, porque antes de tal desgracia siempre había sido muy alegre.
Casi veinte años hacía ya que nuestro viejo gruñía en su tienda. Gruñía por todo, incluida su propia existencia, pero, sobre todo, por el progreso.
-¿Qué es eso, abuelo?- le preguntó su nieta de cinco años señalando al local de enfrente.
-Eso es el progreso, que viene para quedarse- le gruñó.
Se refería al inmenso supermercado que estaba a punto de ser inaugurado en el barrio. Cualquiera le hubiera dado la razón al pesimismo de nuestro viejo pues tamaño establecimiento acabaría pronto con el suyo. ¿Cómo competir con esos precios?
Sucedió, no obstante, que el  negocio de víveres no solo sobrevivió sino que mantuvo su nivel de ventas. Ningún cliente le traicionó, a pesar de los precios y de sus gruñidos.
-Mira, aquí está el progreso otra vez, que viene para quedarse- protestaba cada vez que veía a los adolescentes entrar en su tienda sin apartar la vista de los móviles.
Un día, el viejo se sentó a reflexionar el motivo por el cual su negocio sobrevivía a pesar de todos los adelantos que atentaban contra su supervivencia, pero por mucho que se estrujaba el cerebro, no daba con ello. Sucedió entonces que fijó la vista en su nieta; siempre había estado con él. Ningún otro nieto pasaba más tiempo con su abuelo que ella, hecho extraordinario teniendo en cuenta que también le gruñía. Desde que cumpliera los tres años había acudido a la tienda de su abuelo, sin faltar un día. La sentaba en el mostrador y hacía las delicias de los clientes con su sonrisa y sus ocurrencias.
Claro, el mérito había sido todo de su nieta. ¿Cómo no se había dado cuenta antes si ella era el encanto personalizado? Cuantos más años cumplía más encantadora se mostraba. Con ocho años atendía a los clientes y no había dejado de hacerlo hasta ahora. Todos querían charlar con ella, llevarse una pizca de su entusiasmo. Por eso se llenaba de chavales la tienda. Además, era una estudiante muy aplicada; siempre con buenas notas.
Ay, pero bien sabemos todos que no hay nada que dure toda la vida, y mucho menos la felicidad. En efecto, la desgracia se abatió sobre nuestro viejo mucho más que cualquiera de los progresos que tanto había detestado; su nieta, con dieciocho años ya, marchaba con una beca a la capital para estudiar en la universidad. ¿Qué sería de su negocio? Sin duda, era el fin.
Pensó en retirarse, pero no le salían las cuentas; debía aguantar un poco más, quizás solo dos o tres años, pero ¿Cómo lo haría sin su nieta? Incapaz de confesarle su abatimiento, dejó de gruñir para encerrarse en sí mismo. Le reconcomía la posibilidad de contárselo, pues bien sabía que con ello le estaría cortando las alas, ya que su nieta no se iría al verle así.
Pasó el verano y llegó el temido septiembre, mes en el que partiría. No fue capaz de despedirse; ya la llamaría por teléfono. Qué triste estaba la tienda sin ella. A primera hora, acudió el primer cliente. Cuál sería su sorpresa al comprobar que se trataba de su nieta.
                -¿Pero tú no te habías ido a la capital?
                La nieta se puso el índice en la boca para que guardara silencio y le enseñó la pantalla de su móvil. El viejo miró extrañado y con algo de esfuerzo pues ya su vista no era la de antes.
                -Universidad on line- leyó- ¿Qué significa esto?
                -Pues que puedo hacer la carrera por internet.
                -¿Quieres decir que…?
                -Que no tendré que irme.
                El viejo sonrió, su primera sonrisa en años, y estrechó sus manos en señal de júbilo.
                -Oh, señor, es un milagro.
                Ahora era su nieta la que le mostraba su sonrisa más tierna.
                -No, abuelo, no es un milagro; es el progreso, que viene para quedarse.


viernes, 9 de enero de 2015

DESESPERACIÓN (breve disertación sobre la verdad objetiva)

Hija mía, vida mía, es hora ya de que te digamos la verdad.
¿Recuerdas cuando de pequeñita te enseñamos tu madre y yo  que debías decir siempre la verdad? ¿Recuerdas lo mucho que insistíamos en los problemas que puede generar la mentira? ¿Quién te creerá cuando sea cierto lo que dices? ¿Quién te va a ayudar sin pensar que no es más que otra mentira? Te ilustrábamos nuestra enseñanza con el cuento de Pedro y el lobo. ¿Te acuerdas? Cuando llegaste a la adolescencia, te lo expliqué con el aria del médico en la ópera de El barbero de Sevilla, así de paso aprovechaba para iniciarte en la ópera, aunque esto creo que nunca lo conseguí.

Tampoco sé si conseguí transmitirte el valor de la verdad. Quiero decir, aparte del momento en que descubriste la autoría de los Reyes Magos, creo poder asegurar, sin temor a equivocarme, que nunca te hemos mentido. Quizás por eso tenemos la certeza de que nos quieres. Nunca te dimos nuestra opinión sin que no nos la hubieras pedido, pero siempre que nos la pedías, fuimos sinceros y eso nos costó más de un pequeño disgusto. A partir de ese momento, quedamos en que las mentiras piadosas pueden ser aceptables, dependiendo del asunto en el que nos moviéramos, no fuera que pudiéramos hacer daño a alguien. No obstante, eso no quita un ápice al valor de la verdad y a lo que, en definitiva, tratamos de contarte ahora tu madre y yo.

Es necesario, es fundamental que nos creas, vida mía. Te va la vida en ello, y la nuestra. No se trata de ningún secreto inconfesable sobre tu pasado; no es nada criminal, no me gusta nada esta palabra, pero ilustra bien lo que quiero decir; no hemos cometido ningún delito, nadie nos va a separar de ti. Por desgracia, tampoco se trata de un euromillón, ni del concurso literario al que siempre me presento. No se trata de una mentira piadosa, créenos que no. Tampoco debes interpretarlo como una exageración. Esto es una verdad cruda, tal cual, incuestionable, indudable, irrebatible, objetiva; de hecho, terriblemente objetiva, aunque venga de nuestra boca.

Sé que me extiendo demasiado (es algo que siempre me has reprochado, aunque tú uses otras palabras más propias de tu edad para decírmelo), pero es que en la soledad de esta sala de espera el tiempo pasa muy lento, pesa, hunde. Las enfermeras me han dado unos folios y he aprovechado para escribirte unas palabras, quizás las últimas. Tu madre ha ido a casa, ya sabes que la abuela no puede estar sola mucho tiempo.

Este es mi último intento, mi vida, para trasmitirte toda la verdad que te hemos enseñado estos años. Ojalá que haya servido nuestra enseñanza sobre la verdad y la confianza que uno desprende hacia los demás cuando opta por no mentir. Esta es la única verdad que importa ahora, vida mía; todo lo demás es secundario. Tienes que creernos, te ruego que nos creas; sí, ahora más que nunca; ahora o nunca: estás delgada.


domingo, 4 de enero de 2015

ILUSTRACIONES

Con motivo de la finalización de la publicación por capítulos de "La extraordinaria historia de Juan Barreto", muestro alguna de las ilustraciones de Carlos Fortes para la misma.
Sabino comprueba la autenticidad del diamante en su taberna de Cádiz



Los resucitados atacan el palacio del Conde de Cerronegro

Los efectos de los cuchillos convierten a Juan Barreto en un magnífico cantante